Cuando encontramos alumnos desmotivados en el aula, pasotas y sin ninguna ilusión, conviene preguntarles qué piensan hacer para mejorar sus conductas en nuestras clases. Esperan que el profesor les marque el camino y les diga como tienen que comportarse, pero conviene implicarlos, y aunque estén sorprendidos, debemos buscar alternativas conjuntamente.
Es mucho más educativo este camino y debemos intentarlo, aunque en muchas ocasiones sea más lento y difícil. Al principio lo más normal sería obtener la respuesta de “No voy a hacer nada”, pero pronto descubren que “nada” es muy difícil y aburrido. Debemos aceptar a los alumnos muy conflictivos cualquier propuesta, por pequeña que sea, que permita dar la clase, y siempre admitiendo esto como punto de partida. El alumnado así toma decisiones, se involucra, disminuye el número de conflictos que plantean estos alumnos y les cogemos aprecio por su cambio de actitud.
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