domingo, 16 de enero de 2011

Creación de un clima emocional adecuado en el aula

El clima de clase no pertenece a nadie, sino que se construye entre todos. Sin embargo, hay que reconocer que un ambiente favorable que propicie el profesor hacia la socialización adecuada del alumno redundará en el trabajo académico y de convivencia. 

Así, por ejemplo, un ambiente de confianza, una correcta estímulación, con modelos de interacción positivos entre las personas, donde las medidas correctoras sobre los comportamientos no impliquen rechazo a las personas, etc. propiciarán un hábitat adecuado para el desarrollo de procesos de enseñanza-aprendizaje. Debemos hacer la clase distendida, donde admitamos la diversidad de acciones. Las clases tradicionales son más rígidas, uniformes y homogéneas.

sábado, 15 de enero de 2011

Involucrando al alumnado en la resolución de conflictos

Cuando encontramos alumnos desmotivados en el aula, pasotas y sin ninguna ilusión, conviene preguntarles qué piensan hacer para mejorar sus conductas en nuestras clases. Esperan que el profesor les marque el camino y les diga como tienen que comportarse, pero conviene implicarlos, y aunque estén sorprendidos, debemos buscar alternativas conjuntamente. 

Es mucho más educativo este camino y debemos intentarlo, aunque en muchas ocasiones sea más lento y difícil. Al principio lo más normal sería obtener la respuesta de “No voy a hacer nada”, pero pronto descubren que “nada” es muy difícil y aburrido. Debemos aceptar a los alumnos muy conflictivos cualquier propuesta, por pequeña que sea, que permita dar la clase, y siempre admitiendo esto como punto de partida. El alumnado así toma decisiones, se involucra, disminuye el número de conflictos que plantean estos alumnos y les cogemos aprecio por su cambio de actitud.

lunes, 3 de enero de 2011

El conflicto como un suceso natural del proceso educativo


El conflicto es una oportunidad educativa, no algo que debamos eliminar.

Hay muchos profesores a los que les gustaría dar clases sin que surgieran en ellas ningún conflicto relacionado con la disciplina. Pero los educadores son (o deberían ser) especialistas en conflictos. El desarrollo, y más en esta edad, necesitan de la aparición de conflictos para que el alumno pueda aprender a regularse y al final llegar a la autodisciplina deseada. Los problemas de disciplina son unos buenos indicadores de que la clase está viva y los alumnos crecen personalmente. Los problemas de convivencia  pueden ser utilizados como oportunidades de aprendizaje para dar seguridades a los alumnos que no tienen, y si, en vez de trabajarlos, se intentan eliminar, resurgirán con más fuerza mañana.
 
Analizar como profesor cual es mi manera habitual de resolver los conflictos en clase y modificar los aspectos mejorables.

Para ayudar al profesorado a ser más conscientes de cómo llevan la clase y cuáles son sus creencias y valores en el estilo personal de disciplina y cómo reaccionan ante el conflicto en clase, es conveniente una pequeña reflexión sobre el estilo personal que le lleve al profesorado a analizar su comportamiento habitual en los temas de convivencia en la clase y ver si alguna sugerencia le puede mejorar su desarrollo profesional con los alumnos. Por ejemplo, unos cuestionarios sencillos de una cara son los de Rodríguez y Luca de Tena (2001) a partir de Kreidler (1984) o la adaptación del cuestionario de Curwin y Mendler (1987) donde reflexionan acerca del estilo general en la resolución de conflictos escolares, centrado en la variable profesor, donde en un extremo está la solución del profesor, en la mitad el consenso y en el otro extremo la solución del alumno (enfoques punitivos, de solución de problemas, de lograr acuerdos, de suavizar situaciones, de ignorar las situaciones conflictivas, etc).

La solución a los conflictos en secundaria se debe intentar pactar.

En clase, cuando algún alumno provoca un problema de disciplina es necesario que llegar a un acuerdo con él o ella. Al final, este acuerdo debe incluir una definición compartida del problema y una medida para superarlo. Es preciso intentar, antes de cualquier medida punitiva, ponerse de acuerdo con respecto a la falta y la forma de superarla. Siempre es muy conveniente que el profesor y el alumno trabajen como colaboradores, y no como enemigos. Siempre se logra más por esta vía que por medidas disciplinarias. En los centros que tienen experiencia sobre esta forma de proceder es muy adecuado el incorporar un proceso de mediación como forma habitual de resolver los conflictos que se plantean entre personas en el centro.

viernes, 31 de diciembre de 2010

La mediación

La mediación es probablemente la estrategia de resolución de conflictos más utilizadada en los centros educativos, por lo tanto considero que es imprescindible su presencia en este blog. 

Podemos definir la mediación como el proceso con el cual podemos crear un clima de diálogo y entendimiento entre dos partes que entran en conflicto, con el fin de poder llegar a una solución factible y adecuada para ambos. Para ello se recurre a una tercera persona, imparcial y que va guiando a los implicados: el mediador. El mediador, que puede ser el profesor o cualquier otra persona del centro, debe marcarse unos objetivos específicos que pueden ser los siguientes: concienciar a las partes de la naturaleza positiva del conflicto, aprender estrategias para resolverlos, poner en práctica estas estrategias e instaurar una cultura de resolución de conflictos. Se parte de la idea de que el conflicto es transformador y creativo, y aporta resultados muy positivos para todo el grupo.

Basándonos en la propuesta de Burguet (1999, 26), el proceso de mediación se establece tres períodos:

- Reencuentro de los protagonistas: es preciso comunicar y aproximar a las partes, restablecer los canales de comunicación, concretar los objetivos de la mediación y diseñar acuerdos preliminares de procedimiento.

- Descripción de la estructura del conflicto: para ello, será necesario reunir la información necesaria y abordar los problemas fundamentales, describir el conflicto y sus antecedentes e identificar con claridad el problema y su contexto.

- Buscar acuerdos para resolver la cuestión: en esta etapa cobra un gran protagonismo la escucha activa: compartir puntos de vista extremos, esfuerzo por comprender al otro; se deberá: concretar las necesidades, preveer las metas y alternativas hacia la gestión del conflicto, establecer un acuerdo, que se redacte y se firme, así como comprometer a las partes a cumplir lo acordado.

Tal y como opina Burguet (1999, 14), "los alumnos necesitan entender los conflictos, aprender formas alternativas de resolverlos y buscar soluciones que sean satisfactorias para todos. Las frecuentes soluciones, a la que se llega con un perdedor y un ganador, pueden reemplazarse por aquellas en que todos ganen”.

De esta forma, los alumnos aprenden a interpretar el conflicto de forma positiva, como una oportunidad para el cambio y para el entendimiento y sin necesidad de utilizar la violencia o el enfrentamiento. A la vez, les ayudamos a desarrollar una mayor autonomía y una gran confianza en ellos mismos para formarlos en el complejo proceso de "aprender a convivir y a ser persona”.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Procedimientos de intervención ante la violencia en las aulas

Estos son algunos de los procedimientos para mejorar la eficacia educativa de las medidas disciplinarias , para los cuales conviene tener en cuenta que:

  1.-Uno de los  objetivos de la disciplina es enseñar a respetar ciertos límites. Los estudios realizados sobre este tema reflejan que el respeto de dichos límites mejora cuando las normas son claras y coherentes, han sido elaboradas por todos los miembros de la comunidad escolar, incluidos los alumnos, y éstas se aplican a todos según unos principios previamente aceptados.

  2.-La impunidad ante la violencia genera más violencia. La eficacia de dichos límites, y del contrato social en cuyo contexto se establecen, se reduce cuando las transgresiones graves quedan impunes. Conviene tener en cuenta, en este sentido, que la violencia está siempre más allá de los límites permitidos en cualquier contrato social democrático. Y que la impunidad ante la violencia que a veces se produce en la escuela es un grave obstáculo para enseñar a combatir este problema.

  3.-La sanción debe contribuir a diferenciar entre agresores y víctimas, superando distorsiones. Los estudios realizados en contextos muy diversos reflejan que la impunidad ante la violencia hace que ésta genere más violencia debido a que los agresores (y las personas que se identifican con ellos) la interpretan como un apoyo implícito, transmitiendo que aunque en teoría se condena la violencia, en la práctica se aprueba. Esto hace que las víctimas sufran lo que ellas mismas describen como una nueva victimización. Así, la impunidad contribuye a reforzar dos graves distorsiones que potencian la violencia, que llevan, en su forma más extrema, a asociar la conducta del violento con la del héroe, y, con mucha frecuencia, a culpabilizar de dicha violencia a la víctima. En este sentido, una de las funciones de la sanción es establecer con claridad quién es culpable y quién no lo es; enseñando a asumir responsabilidades a quién las tiene y a no sentirse culpable a quién no lo es.

  4.-La disciplina debe favorecer cambios cognitivos, emocionales y conductuales en la dirección de los objetivos educativos y estimulando la capacidad de adopción de perspectivas.  Los estudios realizados sobre las deficiencias psicológicas que caracterizan a los jóvenes violentos reflejan que éstos suelen tener, entre otros, los siguientes problemas: 1) dificultades para comprender las consecuencias que su conducta produce en los demás; 2) distorsiones emocionales que les impiden sentir empatía y les llevan a culpar a la víctima de su propia violencia; 3) y falta de habilidades para afrontar la tensión y resolver los conflictos de forma no violenta. Los procedimientos de disciplina deberían contribuir a superar estos tres tipos de deficiencias, ayudando a que el violento se ponga en el lugar de la víctima, entienda lo destructiva que es la violencia, se arrepienta de haberla utilizado, intente reparar el daño originado y desarrolle alternativas constructivas para no volver a recurrir a ella en el futuro en situaciones similares. La eficacia educativa de la disciplina mejora cuando estos componentes son integrados con coherencia dentro de un proceso global.

  5.-El respeto a los límites mejora cuando se aprenden habilidades no violentas de resolución de conflictos. Para evitar que las  conductas antisociales se repitan conviene analizar siempre qué función han podido cumplir y como desarrollar alternativas tanto en el individuo como en el contexto. Y para conseguirlo, conviene tener en cuenta que los jóvenes violentos suelen tener dificultades para comprender y resolver los conflictos y tensiones que experimentan; como consecuencia de lo cual se comportan de una forma que tiende a obstaculizar no sólo el bienestar de sus víctimas sino también su propio bienestar, porque con su violencia aumentan (por lo menos a medio y largo plazo) las tensiones y conflictos que originaron su conducta violenta. Ayudarles a descubrirlo y enseñarles procedimientos sistemáticos para resolver de forma más inteligente y justa sus tensiones y conflictos puede ser, por tanto, un procedimiento muy eficaz para prevenir la violencia.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Educación basada en la inteligencia emocional aplicada a la resolución de conflictos

Para hacer frente a la multitud de conflictos que se pueden presentar en las aulas, los  docentes  no   pueden alejarse de la realidad que rodea a sus alumnos, deben ser más sensibles, a fin de sentir como ellaos/as, entender sus necesidades y en lo posible suplirlas, no olvidar que son personas que influyen  mucho  en su comportamiento, casi al mismo nivel que sus padres y amigos.

Es necesario que el alumnado sepa llevar a la práctica los saberes más importantes de la educación con la orientación de sus maestros, que son los siguientes:

  • Aprender  a aprender.
  • Aprender a hacer.
  • Aprender a vivir juntos.
  • Aprender a ser.
Muchos de los jóvenes pueden superar los conflictos que impiden un mejor aprendizaje si reciben de sus maestros el afecto que sus  padres o madres no le están dando y que les hace falta, un poco de tiempo  para escucharlos, animarlos, ayudarlos, orientarlos a fin de desarrollar sus habilidades, elevar su autoestima mostrarles calor humano, dándoles animo, diciéndoles cumplidos, creando a su alrededor un ambiente de autoconfianza y respeto, de aceptación a sí mismos y a los demás.

Todos sabemos que el afecto es como el oxigeno en el ser humano, una persona amada responde con amor, éste es la base principal para el desarrollo emocional y espiritual del individuo. Si no se tiene el afecto la persona es insegura, con limitaciones y actitudes negativas, que le llevan a bajar su autoestima y desmotivarse, negándose a aprender.

Es necesario integrarlos y motivarlos para que pongan en  práctica sus capacidades en el arte, la ciencia, la música, el deporte, el aprender otros idiomas y de esta forma estaremos, ampliando sus conocimientos, aportando con soluciones  para que ellos aprendan a aprender, uno de los pilares de la educación de este siglo, lo que supone además aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.

Compartir  y enseñar fortalece la misión docente en la tarea de formar seres humanos comprometidos que no solo sean profesionales sino verdaderos hombres  y mujeres de bien, aprendiendo a hacer lo que les toca, a fin de adquirir  una competencia que lo capacite para hacer frente a la vida y a las  difíciles situaciones que tengan que experimentar  y no solo con calificación  profesional.

Estas necesidades satisfechas le llevarán a aprender a vivir juntos  en sociedad, desarrollando la comprensión del otro, realizando proyectos comunes, preparándose para resolver conflictos, respetando los valores de pluralismo y diversidad. 

Aprender a ser ellos mismos, que  se motiven y se llenen de ganas de vivir, de estudiar, de  ser diferentes, de ser vencedores y no vencidos, esto también nos fortalecerá como verdaderos maestros formadores de vidas y no de sujetos.

Si persiste el criterio de que la prioridad de la educación es  la adquisición de conocimientos, y no la formación del ser íntegramente para que sea capaz de lograr sus metas, desarrollar sus habilidades y destrezas, aportando con sus capacidades intelectuales demostrando ser competitivos, no se puede concebir a la educación de este siglo como un todo.

Partiendo de esta concepción, cada docente está en la obligación de conducir a sus estudiantes hacia la superación de sus conflictos en el aprendizaje, aprovechando en la vida cada oportunidad que se le presente, actualizando, profundizando y ampliando sus saberes para adaptarse a este mundo cambiante.