martes, 14 de diciembre de 2010

Resolución de conflictos en los centros escolares: estrategias y habilidades

“La escuela tradicional consideraba el orden un fin en sí mismo y los problemas de conducta como ofensas personales, desde una visión de las relaciones alumno-profesor impersonales, de desconfianza. El enfoque humanista considera el aprendizaje desde un punto de vista psicológico y sociológico, más que moral, haciendo hincapié en las relaciones personales, el respeto, la democracia o el afecto. Es decir, se trata de enseñar y que aprendan, pero sin provocar aversión hacia el aprendizaje, y de conseguir orden, pero sin provocar odio”.
(Santos Guerra, 236).

Dar clase es una tarea complicada, pero hacerlo a los que no quieren mucho más. Si se encerrara a dos personas en una habitación durante un largo período de tiempo, con el encargo a una de ellas de obligar a la otra a realizar tareas contra su voluntad, el resultado sería una probable rebeldía de la persona obligada. ¿Interpretaríamos dicho plante como fruto del carácter conflictivo de la persona obligada? ¿Tendríamos derecho a etiquetarla como problemática? ¿Dónde está el problema: en la persona obligada, en la que obliga o en la situación? Es evidente el paralelismo de este ejemplo con el escenario que se presenta en los niveles educativos obligatorios, especialmente en edades próximas a la adolescencia, donde la obligatoriedad genera ya de entrada determinadas reacciones en contra, no atribuibles exclusivamente al alumno ni al profesor, sino más bien a la situación a la que uno y otro están expuestos. En esta situación potencialmente conflictiva el conflicto no es algo excepcional, sino más bien la consecuencia natural y lógica, derivada de la propia naturaleza situacional. No obstante, también es cierto que,  partiendo de esta situación, hay profesores capaces de transformar esta situación en una actividad estimulante y atractiva, mientras otros contribuyen a que la sensación de obligatoriedad aumente. Ante esta situación, al profesor no le cabe otra alternativa que adaptarse funcionalmente, aprendiendo a manejar en su propio beneficio una serie de variables  que le permitan crear un clima favorecedor del aprendizaje y la convivencia.

Las soluciones

Aunque el diagnóstico no es complicado de realizar, las dificultades aparecen cuando buscamos el tratamiento a aplicar. La primera dificultad que se presenta es la cantidad de elementos implicados en el proceso educativo y socializador. Un planteamiento integral de la cuestión debería incluir a una serie de agentes supra-escolares como la administración educativa, la administración judicial y policial, Ayuntamientos, entidades culturales y sociales, o servicios de salud física y mental, además de las familias. Sin embargo, sólo tenemos control sobre los procesos que cada centro educativo y cada profesor pueden llevar a cabo, por lo que en este trabajo nos centraremos en ello.

Algunas recomendaciones a tener en cuenta son las siguientes:

§     Contemplar los conflictos como una ocasión de crecer y formarse. En los niveles obligatorios de enseñanza, las tareas escolares siempre provocarán lógicas resistencias en algunos alumnos con escasos intereses académicos. Como en cualquier actividad forzada, la colisión de intereses acaba por provocar conflictos: para los alumnos que no ven interés ni utilidad en las actividades escolares la obligatoriedad de las mismas se les puede hacer insoportable. El esfuerzo del profesor por hacer atractiva y útil la materia puede maquillar el carácter obligatorio del trabajo escolar hasta convertirlo en algo deseable, pero no obstante, es muy probable que siempre quede un reducto de problemas de conducta sin resolver mediante estas estrategias de tipo instruccional. Se hace por lo tanto necesario que el profesor se forme en la adquisición de estrategias para afrontar las diferentes situaciones conflictivas que le van a acompañar, en mayor o menor medida, durante toda su carrera docente. El conflicto puede ser una magnífica oportunidad para resolver de forma creativa y formativa un problema mediante el esfuerzo conjunto del profesor y los alumnos, pues la consecución de una solución satisfactoria genera efectos gratificantes para todos: mejora la satisfacción docente del profesor y ayuda al alumno a crecer en su desarrollo moral y personal.


La escolaridad obligatoria crea situaciones potencialmente conflictivas de modo que los conflictos son algo natural de esta situación. Sin embargo, la dificultad de hallar una solución estriba en la cantidad de elementos implicados en el proceso educativo y socializador. Algunas recomendaciones a tener en cuenta son las siguientes:

§     Contemplar los conflictos como una ocasión de crecer y formarse.

§     Usar la Educación Socio-Emocional (ESE) para evitar/resolver conflictos y aprovechar los conflictos para educar socio-emocionalmente. Casi todos ellos son de índole socio-emocional: faltas de respeto y autocontrol, agresividad, desmotivación, ausencia de límites, son ejemplos de problemas que caen absolutamente dentro de las competencias sociales y emocionales de los alumnos Estas carencias sólo pueden ser subsanadas mediante actuaciones debidamente planificadas desde el centro, que persigan no sólo la resolución de conflictos, sino el fortalecimiento de hábitos sanos de convivencia, transferibles a la vida extra-escolar.

§     Crear un buen clima de clase. El clima de clase es el contexto social inmediato en el que cobran sentido todas las actuaciones de alumnos y profesores

§     Variables del clima de clase. Estas variables no se pueden dejar al azar o la intuición de cada profesor, y se agrupan alrededor de tres grandes áreas de intervención: Control (Establecimiento de límites, Advertencias. Compromisos) Sanciones. Relaciones interpersonales (respeto y empatía); rendimiento (inducción de expectativas, motivación, atención y atención a la diversidad).

§     Actuar por principios. La eficacia de la gestión de la convivencia depende no tanto de qué tipo de estrategias se utilizan, sino de los principios en que se sustentan, de modo que la efectividad no se resiente si se sustituyen unas estrategias por otras basadas en el mismo principio. Los principios fundamentales a seguir, a nuestro juicio, son: Economía, Eficacia, Planificación e Implementación de los procesos. Para que un colectivo aplique eficazmente un procedimiento (en este caso de resolución de conflictos) debe:

1.                  Ser conocido y  comprendido por todos, si fisuras, para lo cual es fundamental una difusión adecuada.

2.                  Ser aceptado por todos, con un compromiso sincero para su aplicación coordinada (persuasión). La utilidad y la simplicidad de los procesos son dos mecanismos poderosos a la hora de convencer.

3.                  Ser valorado y revisado para pulir defectos y realizar ajustes que mejoren su efectividad.

§     Unificación de criterios.

§     Desnudar los problemas: la firmeza relajada. Eliminar los agravantes emocionales para afrontar el conflicto de modo despersonalizado.

§     Adoptar una perspectiva proactiva. La perspectiva proactiva convierte la resolución de un conflicto actual en prevención de un conflicto futuro

§     Usar las medidas punitivas como último recurso.

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